La Jarjacha
Cuando una persona comete adulterio, y peor
cuando es entre familiares, sucede que el pecador
cuando se queda dormido no se da cuenta que su
cabeza se separa de su cuerpo y flota
deambulando en la noche por las calles del
pueblo y empieza a decir “jar, jar, jar, jar”, lo que
asusta a los perros, que empiezan a aullar
agudamente.
En la calle, la cabeza humana aparece
como parte de un cuerpo de un animal, que
puede ser un cerdo, un perro o un caballo, y
cuando camina hace un ruido como si estuviera
arrastrando algo metálico. Si la persona que se
cruza en su camino se da cuenta y no se
atemoriza, puede enfrentarlo con un látigo,
entonces el “animal” confesará su delito y para
que no lo delate le puede ofrecer una
recompensa económica que puede ser en
monedas de oro o le puede señalar dónde existe
un entierro o tapado. (Informante: Gregorio
Narciso Díaz. Centro poblado rural de
Huatocay).
Los cerros
Cuando la gente que vive en el área rural sube a
los cerros que son considerados sagrados o
donde hay “huacas”, evitan resbalarse y menos
caerse, porque si sucede esto a la persona que
puede ser adulto o niño, hombre o mujer, se
enferma del “mal del cerro”.
La característica principal de esta
enfermedad es que la persona poco a poco va
perdiendo fuerza, siente malestar corporal y se
va “secando”. La gente de este ámbito rural
refiere que el mal que padece la persona es
porque el “cerro le chupa la sangre”. Hay casos
en los que el enfermo, al recurrir a un centro
hospitalario, no consigue mejoría y los galenos
no pueden explicar el mal que padece.
Para curar este mal es necesario recurrir
a un curandero para que, con sus conocimientos
ancestrales, lo cure, hecho que se ha podido
corroborar con aquellos que han sufrido este
mal. (Información recogida por la Prof. Miriam
Trujillo Almandoz. C.E. 3512. Chocas).
El espíritu de las aguas.
En el área rural de Carabayllo existen numerosos
puquios. Existe la creencia que cuando una
persona se queda dormida cerca de un puquio ya
no se despierta, porque el espíritu de las aguas se
lleva su alma. Por eso muchas madres de familia,
cuando van a lavar ropa en los puquios evitan
llevar a sus hijos y menos aún a los recién
nacidos, porque se quedan dormidos y ya no
despiertan más.